Son el componente principal y más caro de este tipo de vehículos, por lo que en la práctica los fabricantes ya lo garantizan casi de por vida.
De todos es conocido que, en el caso de los móviles, la capacidad de la batería va decreciendo con el propio uso y con la acumulación de ciclos de carga. Y al cabo de algún tiempo, se hace necesaria la sustitución para recuperar la durabilidad original entre recargas.
En el caso de los vehículos eléctricos (VE) la tecnología de las baterías utilizadas es muy parecida a la de los teléfonos. De hecho, se componen de un número determinado de celdas que contienen baterías más pequeñas, similares a las de los móviles, que conectadas entre sí aumentan considerablemente la capacidad de carga total.
Ante el temor por parte de los clientes de que suceda en el vehículo lo mismo que con otros dispositivos, los fabricantes de vehículos ofrecen garantías especiales centradas en este importante componente, que por otro lado es el más caro en los vehículos sin emisiones.
Porque la batería puede suponer, dependiendo de sus características, hasta un 30% del precio del automóvil. Coste que tiene previsto reducirse con el tiempo a medida que se optimice la producción de baterías y que, como se espera, se reduzca a un 20% de aquí a 2025.
GARANTÍA DEL COCHE ELÉCTRICO
En el mercado europeo, la mayoría de marcas que venden vehículos eléctricos ofrecen una garantía que cubre el 70% de la capacidad de la batería por un tiempo de ocho años o bien una distancia de 160.000 kilómetros, un periodo de uso que en teoría abarcaría buena parte de la vida útil del vehículo.
Se trata de una seguridad para el usuario de que la capacidad de la batería no perderá más del 25% de su eficacia a lo largo de esos años. Tiempo más que suficiente para amortizar el precio del vehículo que, en el caso de los eléctricos se consigue al cabo de 20.000 o 40.000 kilómetros, dependiendo de su categoría.
Una amortización que por lo general se alcanza mucho antes que, en el caso de los convencionales de combustión interna, en los que habrá que recorrer unos 200.000 kilómetros para saldar su valor de fabricación, e incluso será mayor distancia en el caso de los que llevan motores diésel.
Incluso hay marcas que mejoran lo anterior, como la estadounidense Tesla. La compañía asegura que, en los Model S y Model X, sus baterías no bajarán del 70% de su capacidad durante ocho años o hasta completar 240.000 kilómetros.
O también la japonesa Lexus, que en su modelo UX 300e garantiza una eficacia energética similar durante diez años o 1.000.000 de kilómetros, siempre que el propietario respete las revisiones de mantenimiento.
CUÁNTO DURA LA BATERÍA DE UN ELÉCTRICO
Sin embargo, la duración de la batería de los eléctricos depende mucho de las condiciones de uso, al igual que ocurre con los acumuladores de electricidad en general ya sean simples pilas, baterías convencionales de plomo o las más capaces de ión-litio.
En el caso de los vehículos eléctricos, y para evitar que la temperatura ambiente o el sobrecalentamiento puedan influir en su rendimiento, los módulos que las componen están refrigerados para mantener unas condiciones estables.
Y la recarga también es determinante para su duración. Preparadas para completar unos 3.000 ciclos completos durante su vida útil, las baterías acusan peor las rápidas que las lentas. Y sobre todo las ultrarrápidas, con potencias superiores a 150 kW, que les acortará más la vida.
Asimismo, y al igual que ocurre con las baterías de los móviles, en los vehículos eléctricos se aconseja por norma general mantener estable la carga y evitar que alcance su máximo o también apurarlas hasta el mínimo de su capacidad.
Mantenerlas para el uso diario entre el 20% y el 80% será lo aconsejable y ayudará a conservar durante más tiempo su capacidad de almacenaje. Lo que no impide tampoco cargarlas de vez en cuando a tope cuando sea necesario para realizar un desplazamiento más largo que los habituales.
SEGUNDA VIDA Y RECICLAJE
Además, en el caso de las baterías de última generación, es posible repararlas reemplazando los módulos dañados por otros nuevos. Una operación costosa, pero que permite mantener la batería operativa durante más tiempo sin necesidad de sustituirla.
Cuando ya no sirven para asegurar una buena autonomía al vehículo, las baterías son todavía aprovechables en lo que se llama su segunda vida. Al conservar una capacidad de carga considerable, entonces pueden servir durante algunos años más como acumuladores de energía para uso doméstico, industrial o incluso de refuerzo en las estaciones de carga para vehículos eléctricos.
Al final, y una vez que han cumplido esa última función, la normativa europea obliga a que sean recicladas para recuperar los valiosos elementos que contienen y aprovecharlos en un proceso de economía circular.
Así, cada batería recibe desde el momento de su fabricación una identificación propia para garantizar un exhaustivo seguimiento durante toda su vida útil y, cuando se agota, su correcto reciclaje.